martes, 31 de agosto de 2010

JUYO.- PREMONICIÓN MALDITA


Mañana que me encuentre lejos de ti mi vida,
al ser que tanto te ama no vayas a olvidar,
porque te quiero tanto con ciega idolatría,
Que hasta después de muerto también te adoraré.

       Esta canción muy sentimental, con un gran  mensaje de amor,  sonaba en la emisora de Pascual, cuando de improviso escuchamos el lastimero y triste uular del llanto de mi madre, pues los recuerdos que le trae esta canción, lastiman las fibras más sensibles de su corazón. Ella escondida para que no la viéramos llorar no resistió su dolor, y  prorrumpió en llanto. Y es que siempre el sufrimiento que le produce el recuerdo de su hijo Wilsiton: el negrito cantor, cariñoso, y juguetón, que a la edad de cinco añitos dejó de existir a causa de una enfermedad desconocida, le lastima cada vez más lo más profundo de sus entrañas.

Realmente fue un cuadro desgarrador para ella, ver que en pocos minutos la vida de su hijo se le escapaba del cuerpo, si estaba bueno y sano, se había acostado bueno, se levantó como siempre, alegre y juguetón y que de un momento a otro la muerte se lo arranche; y ella sin poder hacer nada; había demostrado ser el hijo más cariñoso, bailarín muy bromista, y querido de  todos, hasta en otras casas del pueblo lo recibían como un familiar mas, y las personas mayores fueron sus mejores amigos porque los distraía con su conversación, su canto, sus piruetas, sus cumananas, adivinanzas y razonamiento.

Abetunado y quimboso, en casa, acostumbraba asomarse por la ventana de la cocina de quincha de carrizos para cantarle con tristeza tan melancólica canción a mi madre, ella impresionada por la persistencia le pedía: no cantes esa canción hijito, es demasiado triste para mí que tanto te quiero, y unas veces lo correteaba haciéndole distraer para cambiar su nostalgia hasta lograba cogerlo y lo acurrucaba en su regazo para alegrarlo; pero él volvía a asomarse a contarle alguna ocurrencia y a repetirle la tonada, aferrándose a esta. como un mensaje premonitorio, pues siempre insistía que él iba a realizar un viaje muy, pero muy lejano donde ya no lo verán,

         En cierta ocasión en que se le castigó por una travesura realizada con Leonel dos añitos mayor que él, llorando le imploró: mami, tu me has pegado y Yo no he tenido la culpa, no debiste pegarme porque ya muy pronto me iré muy lejos.

         Si bien es cierto estaba preparando su camino, cada vez se volvía más entrañable su presencia por las gracias que realizaba, e inclusive a su corta edad competía con su hermano mayor la hegemonía en el primer grado de estudios.

         La mañana del 11 de diciembre tenía su prueba final y él estaba bien preparado, seguro de obtener el primer puesto, por sobre todos sus compañeros que le llevaban ventaja en edad. Se levantó muy tempranito, como todos los días se aseó solo, arreglo su bolsico de colegio, enfrió su guayusa, y trago muy contento sus ocas con queso. Después de desayunar empezó a sentir dolores estomacales, un poco fuertes que le hicieron correr a la chacra a desocupar, pero; no era esa la causa de su dolor, que se acrecentaba en intensidad. Como estos males suelen suceder en el campo, mi madre le dio manzanilla y le pidió que descanse; que no vaya a la escuela, que era demasiado niño para ingresar al segundo grado; él preocupado para que no le ganen en su examen final, fingió estar sanó y nuevamente se alistó solo y se fue al colegio, Aquí, el Director Luis Lizana y su profesor Luis Chumacero listos para iniciar la prueba cuasi parlamentaria con presencia de autoridades y representantes del Ministerio de Educación, sin embargo, no fue óbice para que el director sin saber la causa de su retraso, le increpó talvez la primera falta que cometía y también fue la última de su vida, con un sófero manotazo en la cara que lo arrimó hacia las carpetas y lo mandó a sentarse.
Terminada la prueba con los resultados previstos y en menos tiempo que el normal por la premura de su dolor, Wilson regresó a casa corriendo y entre torcido y empinado, se acostó y empezó a dar gritos desgarradores pues  se acrecentaron los dolores del mal, el enfermero que ya había llegado de Canchaque le recetó que coma frutas nada mas, mi madre se acercó para pelarle una manzana, pero el aun adolorido,  no permitió se la den así porque “él podía hacerlo”, y comió como de costumbre compartiendo con su mamicita como solía llamarla.
          Mi padre entonces se fue a Canchaque en busca de médico, pero este. Se encontraba en Santa Rosa, y no regresaba, retardando la atención. El dolor se hacía cada vez más exigente y con fuertes retorcijones, Wilsiton daba tan lastimeros gritos de dolor que congregó al pueblo a socorrerlo, la crisis nerviosa hizo presa en mi madre, a quien tuvieron que sacar del lecho de dolor para darle auxilio. Cárguenme imploraba cada vez que le atacaba el dolor y luego pedía que lo hagan acostar en su cama que “ya me pasó el dolor”.
         Al promediar la una de la tarde empezó a contarnos lo que sentía, mami ya me estoy muriendo, se me están enfriando los dedos de los pies; es de suponer la desesperación que ello causaba, luego continuaba: “mami ya se me murieron mis piecitos”, llegadas las tres de la tarde, se hizo presente el Médico, la casa se llenó de visitas entre ellos el párroco de Canchaque. Luego de un exhaustivo examen, el médico diagnosticó no se puede hacer nada, y tenía razón,  pues Wilsiton, dio cuenta  que hasta sus rodillas estaban muertas, “ya no las sentía”, aun cuando le hicieron masajes, las calentaron, y las ejercitaron, el mal siguió artero Ya se me murieron las piernas grito con desesperación tirándose a los brazos de mi papi, pidiéndole párame así como están ustedes quiero pararme. Páreme papi insistía arrastrando su cuerpo que no respondía ya a su voluntad.
         Consciente que la hora de su muerte se acercaba, no podría morir jamás sin antes despedirse de su adorada “mamicita”, y la llamaba con desesperación, ella dopada escuchaba a lo lejos estos lastimeros llamados, pero no podía moverse, por mas que se acrecentaban los llamados, el mal avanzaba, y la desesperación hacia presa de los presentes cuando escuchaban: ya mi barriguita se ha muerto ahora ya no voy a poder mover mis brazos. El párroco daba mil explicaciones pero el enfermo seguía muriendo y nada se podía hacer, cinco minutos mas tarde pidió de favor: llamen a mi mamicita ya me voy a morir,  quiero despedirme de ella, tráiganmela por favor, no sean malitos, la quiero a ella, mamicita ven,  tan tristes expresiones obligaron a llevarle a mi madre, él al verla llegar,  se  le tiro a los brazos, se aferró a su pecho como niño tierno y con un fuerte abrazo y beso de despedida expiró dejando caer su frente en las mejillas pálidas, y adormecidas de mi mami. Para “empezar el anunciado viaje”.
          Una y mil veces, aunque han pasado muchísimos años, el recuerdo de su ausencia nos conduele y muchas veces también a escondidas hacemos coro con nuestra triste mami. Más aún cuando tocándose el pecho nos dice con su llanto triste como me duele el corazón recordando a mi negrito.  Especialmente cuando evocamos este ingrato recuerdo escuchando la canción de su adiós.

          Ahora que soy padre y conozco en carne propia lo que significa la pérdida de un retoño, y una compañera; comprendo a mi abnegada madre porqué sufre tanto cuando alguno de sus hijos cae enfermo y el porqué se aferra tanto a ellos que quisiera mantenerlos siempre cerca para estar cuidándolos. Por esto y por mucho más te quiero eternamente mamá.

JUYO.- PREMONICIÓN MALDITA.

Debo complementar el relato anterior narrándoles el Juyo o premonición maldita que vivió mi familia los meses anteriores al fallecimiento del Negrito como le llamábamos a Wilson a quién me refiero en el tema Mamicita, me estoy muriendo.
Por aquel entonces la década del sesenta, mi padre administraba el fundo de Gaspar Augusto en Canchaque, eran los años previos a la Reforma Agraria  y con las facilidades que brindaba una renta, nos permitió criar mas de un centenar de palomas mensajeras, Del mismo modo en El Faique, la cría de patos aumentaba velozmente, de gallinas ni hablar, si era la envidia del pueblo, ver a mi madre todas las mañanas, salir con su batea llena de maíz para alimentarlas, una cantidad de gallinas blancas nunca tenida en estos lares, o verlas blanquear en el vetusto faique ubicado en el frontis de la casa en el camino de herradura a Huancabamba, al costado de lo que hoy es el Centro de Salud, remeciéndolo y doblándolo con el peso.

Sucedieron entonces, un sinnúmero de malditas premoniciones; Inverosímiles pero tan reales como el relato anterior.

Para empezar, les contaré que en una noche de plenilunio, cuando mi padre salió a dar de comer al perro después de haber rondado el fundo, descubrió un precioso zorrito que se le acercaba meneando la cola y halagándole como un perrito; lo raro era que el famoso cazador de toda clase de animales ajenos, llamado Culpa,  un sabueso cruce de galgo y dóberman ni se inmutaba ante su presencia, inclusive parecía que no lo veía cuando mi padre, deseoso de capturarlo lo azuzaba; desde entonces todas las noches en que salía fuera de la casa, se encontraba con este dócil animalito, fueron tantas las veces que se le acercó que  en repetidas oportunidades trató infructuosamente de cazarlo utilizando todo tipo de trampas. Muchas veces salíamos contentos a verlo después de escuchar la caída de la trampa, pero el astuto siempre demostró  ser muy veloz, pues el señuelo terminaba fuera de la jaula antes de que esta, de un radio de tres metros, cayera.

Mi padre se familiarizó tanto con el animalito, que cada noche, aun a oscuras, salía a darle de comer, y se dejaba lamer la mano, pero sin poder capturarlo porque era bien escurridizo, y cuando presentía e intento de cogerlo no se acercaba hasta que cambie de actitiud. nos trataba como que nosotros éramos sus amigos, porque muchas noches acompañamos a mi padre a mimarlo y somos testigos de su amistad.

Nos alegraba tener una mascota salvaje. La gente enterada de este fenómeno nos refería que se trataba de Juyo, y que era señal de que alguien se iba a ausentar de la casa, otros nos recomendaban tener cuidado porque alguna desgracia iba a suceder a la familia, y que hagamos limpias y mesadas porque no hay mas y no hay mas, una desgracia iba a suceder en la familia.

Incrédulos mis padres, no dieron mayor importancia a estos decires,  pues como no hacen daño a nadie y por el contrario siempre les gusta  hacer el bien a todos, no había razón para las pruebas del Redentor.

Igual resultaba extraño que a media noche sin explicación alguna, repetidamente jalaban el alambre de la vereda y lo hacían chocar contra el techo, solo para hacernos salir, sin encontrar signos de vida afuera, mas que un lúgubre friíto que helaba los huesos y nos hacía correr adentro.

 La mala suerte empezó después de que a mi madre, quien tiene fobia a las víboras, le cayeran, del chirimoyo donde había instalado una tabla para sentarse, un par de culebras verdes y recorrieran su cuerpo desde la cabeza a los pies, enroscadas como si estuvieran peleando, para luego desaparecer entre los montes, ante los gritos desesperados de mi madre que helada de nervios no pudo dar paso, hasta recibir auxilio de mi padre, quién la cogió entre sus brazos como a una criatura y la llevó a su cama para tranquilizarla, hasta que se quedó dormida.

Al despertar, recogió todas sus pertenencias y cumpliendo la premonición, se regresó a vivir a su Faique, para  nunca mas regresar.

Pero el Juyo no solamente se refería a la salida de mi madre, sino mucho más, pues una noche de junio, mientras dormía mi padre, solo en el fundo, sintió que le jalaban la frazada y le dejaron descubierto hasta la cintura, él se levantó, prendió la lámpara y empezó a buscarme creyendo que Yo había salido del internado que nos brindaba el colegio Agropecuario de Canchaque y estaba  jugándole una broma. Al no encontrarme,  pensando que se trataba de un sueño y que quizá él había pateado la frazada. Como nunca supo tener miedo, se acomodó una ves más y siguió su sueño.

A los pocos minutos ya no fue una leve destapada la que lo despertó. Le habían quitado totalmente las frazadas. Por más valiente que es, después de sentir que las orejas se le llenaron de sangre subiéndosele la temperatura, recordó la premonición de que algo le estaba pasando a su familia; entonces cerró bien la casa, bajó a Canchaque cogió su bicicleta roja que siempre dejaba en casa de la familia Neyra Camizán y tomó rumbo a su casa de El Faique.

Su premonición era cierta, uno de mis hermanitos estaba agonizando, y mi madre imploraba su presencia pero a esa hora era difícil que alguien acepte pasar por el Chivato para llegar a Canchaque y a mis 10 añitos no me consideraba apto o temiendo nos pase algo no nos enviaba.

Si bien no fue la salvación, porque condujeron a Piura a mi hermanito enfermo, y a los pocos días murió de pulmonía, al menos llegó cuando más se le necesitaba.

Los días siguientes dieron muestras de que lo increíble sucede: las palomas que acostumbraban volar en bandadas y dar vuelta por Canchaque, se juntaron y todas volaron y se perdieron por el cerro campanas desapareciendo sin explicación alguna; porque alimento y buen trato no les faltaba; y se perdieron en el mar de nubes rojizas detrás del cerro, y no regresaron nunca más, hasta aquí habíamos perdido sorpresiva e increíblemente nuestra distracción.

Si esto nos sucedía en Canchaque, en El Faique los patos empezaron a levantar el vuelo y tomar rumbos desconocidos también sin retorno, algunos vecinos, conocedores del fenómeno encontraban los patos en el campo y los traían de vuelta, la poza de nuestro corral formada por las aguas del canal Real que atraviesa el pueblo que era la distracción de los niños, por el colorido de los patos, se quedó triste como nosotros que veíamos con sorpresa que a nuestros patitos uno a uno se los llevaba el viento.

El consuelo que nos quedaba era que contábamos con un hermoso zorrito como mascota, pero duro poco, porque desapareció la noche del 10 de diciembre, la última noche que Wilsiton durmió nos acompañó en este mundo.

Por los días del duelo, mi padre dejó un guardián a cargo del fundo, a su regresó al trabajo donde los recuerdos de tantos momentos felices vividos compartiendo con la familia y el negrito, no lo dejaban vivir en paz y prefirió renunciar al trabajo para vivir en El Faique con su Emperatriz y juntos consolar su nostalgia. Cumpliéndose una vez más la premonición de viejos amigos, quienes sostenían que mi padre era víctima de la brujería de un familiar envidioso. Confirmado también porque desde entonces se concadenaron una serie de desgracias en la familia que terminaron hasta con la muerte de mi esposa.

Para salir del maleficio, nos fuimos a vivir lejos, hasta que el familiar de la envidia murió y hoy hemos regresado a El Faique empezando a vivir felices como la familia ejemplar que organizaron Oscar y Emperatriz y con mucho amor a nuestro pueblo.

Por eso nos ven andando como locos, tratando de hacer grande a nuestro Faique y seguros que con el apoyo del pueblo, sin ser candidatos, vamos a lograrlo, como un homenaje a nuestros seres queridos que quisieron darnos un mundo mejor.

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